lunes, 14 de marzo de 2011

Japón, terremoto nuclear.


Son muchas las opiniones que estos días se están emitiendo sobre la brutal catástrofe japonesa que no hace más que poner de relevancia una vez más, el poder destructor del planeta Tierra y la insignificancia del ser humano dentro de un sistema natural muy complejo en el que no somos más que una ínfima parte del mismo.

Japón país situado en el denominado cinturón de fuego del Pacífico, en torno a tres placas tectónicas (sudamericana, norteamericana y euroasiática, precisamente las placas de mayor superficie) frecuentemente se ve sacudido por fenómenos sísmicos y volcánicos por encontrarse en plena zona de subducción de las tres placas indicadas. Sin embargo, lo realmente llamativo ha sido la excepcional magnitud de este episodio ocurrido el 11 de Marzo (fecha de infausto recuerdo por una razón más a partir de ahora) y los efectos derivados del mismo.

De nuevo los daños del tsunami posterior han sido superiores a los del propio terremoto como ya ocurrió en 2004 en el registrado en Indonesia. Sin duda, los métodos de construcción para evitar los derrumbamientos en caso de terremoto pueden haber facilitado que al tener los edificios menor superficie de apoyo en el suelo sean más fácilmente desplazables por una masa de agua, que en este caso ha sido de dimensiones incuantificables. Una buena muestra es este estremecedor vídeo, grabado desde el pie de una colina y que muestra como va subiendo el nivel del agua arrasando con todo a su paso http://bit.ly/hZZ2YE

Pese a estos dos devastadores fenómenos naturales y el número de fallecidos que han causado, la mayor amenaza para el ser humano está proviniendo, paradójicamente, de algo realizado por el propio ser humano, las centrales nucleares. Se está poniendo en entredicho la ubicación de las mismas, en plena costa, pero en Japón, uno de los países más montañosos del planeta, no existen muchas más opciones por lo accidentado del terreno. Quizás sea ventajista iniciar en este momento un debate sobre lo nuclear, pero queda claro que es una fuente de energía cuyos pros y contras hay que ponderar siempre, indistintamente de cual sea la coyuntura.

Imagen de satélite de la central de Fukushima tras una de las explosiones ocurridas el lunes 14

Siempre ha habido cierto recelo de la energía nuclear ya que pese a su gran productividad y la consideración de "energía limpia" su peligrosidad en caso de accidentes ha quedado demostrada a lo largo de su historia. Sin embargo durante los años 90 el concepto de “calentamiento global” se puso de moda en Estados Unidos y en Europa, y a lo nuclear le surgió una magnífica oportunidad de rehacerse. El lobby, impulsado especialmente por Francia y Japón, fue discreto en los primeros años, pero pronto abiertamente se presentaron como los salvadores del planeta, con el argumento de que las centrales nucleares no emiten CO2. El Protocolo de Kioto, que entró en vigor en 2005, definitivamente demonizó al CO2, a la vez que invitó de nuevo al mundo a la energía nuclear.

Hasta que llegó el terremoto.